lunes, 24 de noviembre de 2008

En la Estación de Renfe





¡Yo soy!





Mi sombra curiosea en el andén. Una madre joven vestida de negro, se acerca con su hijo, un muchacho de unos 15 años con síndrome de Turek.

La mujer coge los bártulos y da una maleta al joven que antes de cogerla, comienza a hacer gestos vertiginosos con ojos, boca y manos acompañados de ruidos. La madre le mira seriamente a la vez que le reprende:

_¡Estate quieto de una vez! _el muchacho le hace una carantoña y se ríe, mientras las personas que esperan en el andén les miran entre el reproche hacia la madre y la compasión hacia el hijo.

De pronto aparece el tren y una mocosa de unos tres años que no le quita ojo al muchacho intentando imitarle con sus manos, dice:

_¡Pajareros al tren! _todo el mundo ríe. El adolescente vuelve a realizar los gestos y ruidos anteriores esta vez pasando sus manos muy cerca de la cara de la pequeña riendo a carcajadas.

_Se dice pasajeros al tren _corrige a la pitusa su mamá.

Observé contenta, como la tensión creada por el muchacho y su madre, desapareció con las palabras de la niña.

El tren esperó a que toda la gente subiera. Yo me quedé diciendo adiós al muchacho, que desde una ventanilla tocaba un acordeón maravillosamente. Salí de la estación con un pensamiento en mi mente de sombra:


"Los niños hallan el todo en la nada; los hombres, la nada en el todo" del poeta italiano Giacomo Leopardi.




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