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¡Yo soy!
Sigo a un cuarentón que se tambalea por la calle. De repente da una patada al retrovisor de un coche debidamente aparcado y lo rompe. Anda unos pasos y de nuevo hace pedazos otro.
Aparece un coche policial que aparca no lejos del "destroza-espejos". Mi sombra se acerca van dos uniformados dentro. Miran para el hombre que sigue haciendo añicos los espejos. Pienso que no van a intervenir y escucho que el más veterano le comenta al otro:
_¡Manda cojones! Si queremos que duerma en comisaría, ha de romper unos cuantos por lo menos el importe de 400 euros, de lo contrario ni siquiera queda detenido.
_¡Putas leyes! y sigue el muy cabrón _apostilla el joven.
Me marcho de mal humor. Ya lo dijo Esquilo: "Es una ley: sufrir para comprender".
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