lunes, 20 de octubre de 2008

En el Parque Colada






¡Yo soy!





Mira mi sombra a los niños mientras juegan y a los adultos que les vigilan. De pronto aparece una mujer de unos cuarenta años con dos perros blancos, preciosos que la siguen y corren a sus anchas por la arena y la hierba.

Un padre que cuida de sus dos hijas pequeñas le llama la atención:

_Señora, no ve la señal, no puede dejar aquí a sus perros sueltos.

_Los llevo así porque me da la gana. ¡A ti qué te importa! _grita la mujer.

_Pues me veré obligado a llamar a la policía _dijo el señor muy correcto.

_¿Ah sí? Pues llama, llama a la "pasma". Mis perros están limpios seguro que tus hijas en el colegio se contaminarán más.

_Deje en paz a mis hijas y váyase con sus perros.

_Porque tú lo digas. ¡Padre dominguero! seguro que en toda la semana ni las has visto. ¡Ojalá se te desarrolle un cáncer! ¡Desgraciado!

Dos abuelas pendientes de sus nietos no se atrevieron a intervenir. Sólo comentaron entre ellas: "¡No hay derecho! ¡Tiene toda la razón! ¡Es una sinvergüenza!"

El hombre sacó su móvil y marcó un número. Una de las niñas se acercó a su padre y le preguntó: ¿Por qué quiere que tengas un cáncer, papá? El no le respondió.

La mujer se fue gritando y deseándole lo peor sin hacer caso de su advertencia. Todos los chiquillos del parque estaban muy quietos escuchando la trifulca. Los adultos miraban para otro lado.


Yo, la seguí, increpándola pero no me oía. Me detuve y pensé: "El silencio es la virtud de los tontos" de Francis Bacon.



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