¡Yo soy!
Había bebido demasiado.
Más de dos años de espera. Cuando sonó el teléfono no se lo podía creer, pero sí le había llegado la hora del trasplante. Los médicos dijeron que todo había salido bien. Su familia lo saludó a través de los cristales de la UCI y regresaron de nuevo a su casa desde Valladolid.
A media noche sonó el teléfono y una voz masculina dijo al otro lado del hilo. ¡Vengan inmediatamente y pónganse en lo peor! Los sollozos sonaban ahogados en dirección al hospital.
Todos pensaban encontrarse con el cadáver del padre. Una sonrisa apareció al otro lado de los cristales. ¡El peligro había pasado! La voz del enfermo llegó a través del telefonillo.
_Pero... ¡Tan mal he estado! Las sonrisas de los suyos se ampliaron. Sólo mi sombra oyó el sonido de protesta entrecortado del hígado afectado.
_¡Me cuesta adaptarme! Ella era tan joven... el señor es mayor y...temo que me maltrate como hizo con mi anterior compañero.
Mi sombra miró a través de los cristales y soñó que el trasplantado susurraba: "Veloz el tiempo corre y queda sólo el dolor de haberlo mal perdido" de Juan de Arguijo.
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