martes, 6 de abril de 2010

¡En Benidorm!






¡Yo soy!




Son varias mujeres que forman parte de la "tercera edad".


Se fueron a Benidorm esta Semana Santa.

El sábado, primero fueron a la Misa de Resurrección. Luego se fueron a bailar. Una de ellas padece del corazón. Al regreso al hotel se acuestan en habitaciones de dos camas.

De madrugada la cardiaca respira con dificultad, su compañera Palmira, sale asustada en braga a llamar a las compañeras que duermen al otro lado del edificio, aunque en el mismo piso. Al salir, la puerta se le cierra y queda allí en medio del pasillo casi desnuda.

Duda por un instante pero pronto echa a correr y llega a la habitación de dos compañeras. Llama, les cuenta y son ellas las que se visten y van en busca de ayuda. Ella se queda allí en "paños menores" a la espera.

Desde recepción se llama a una ambulancia, la dolencia es grave. La ingresan en el hospital.

Por la mañana Palmira va a visitar a su amiga, ve que el peligro ha pasado y exclama: ¡Ay, chica con las prisas me olvidé de la "teta" en el hotel! ( hacía dos años que había sufrido una mastectomía ). La enferma, ya más recuperada, no para de reírse y Palmi con ella.

El susto quedó en tres días más de vacaciones para sus amigas. Ellas no volverían sin ella.

¡¡Juntas fueron y juntas regresarían!!


A mi sombra se lo contaron y pensó: "Saber envejecer es obra maestra de la sabiduría, y una de las partes más difíciles del gran arte de vivir" del filósofo suizo Frédéric Henri Amiel.




2 comentarios:

  1. Qué historia tan entrañable, eso es saber envejecer, si señor. Un abrazo

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  2. Así lo veo yo también Silvia. Saludos.

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