¡Yo soy!
Son dos viejecitas con aspecto cansado, a las que mi sombra observa mientras charlan en un banco del parque.
_Mira ellos se separaron _comenta una de ellas_ pero mis biznietos quedaron con su madre. ¡Como debe ser! ¡La madre es la madre!
_Yo, a mi padre _dice la segunda_ nunca le conocí, según mi madre fue un "maquis". Un buen hombre con las ideas muy claras. En mi Galicia de niña, había muchas mujeres con hijos de padre desconocido. Bueno eso de desconocido... era un decir, porque cuando las mujeres cosían al sol y pasaba un hombre una decía: "Mira ese el el padre del mi Agostiño". Otro día oías: "Ahí viene el padre de la mi Antoñina".
_Sí, sí, ya me lo has comentado alguna vez, allí no se veía tan mal como por aquí _añade la primera_ Lo veían como algo natural, criaban a sus hijos "naturales" y nunca las criaturas tuvieron traumas, ni sus madres tampoco. ¡Ahora todo son traumas y visitas al médico! Más necesidad tenían que tener y no tanto capricho.
Mi sombra al verlas tan arrugaditas pensó: "La ancianidad es como la maternidad, una especie de sacerdocio" de René de Chateaubriand.
No hay comentarios:
Publicar un comentario