miércoles, 21 de octubre de 2009

¡El Gran Sepelio!






¡Yo soy!




Querida amiga:

Eras madrileña de nacimiento, pero siempre te sentiste leonesa de adopción. Por eso, cuando supiste que tu tiempo se acababa, pediste que tus cenizas descansaran aquí. ¡Tu hermano no haría con tus restos lo que no pudo hacer con vuestro padre! ¡Lo dejaste dicho!
Ha pasado mucho tiempo desde aquel día que nos lo contabas en el café Victoria:

_Mi hermano, _decías_ sacerdote del OPUS, sólo se quiere a sí mismo. ¡No sabéis la que me armó cuando al morir nuestro padre en Madrid, le organicé el entierro!

Él le había preparado el "Gran Sepelio" el la Basílica de la "Obra", rodeado de lujo, sacerdotes y... toda la parafernalia. Yo, sin saberlo, _continuabas_ me adelanté y lo organicé a mi manera. En su parroquia madrileña, rodeado de su familia, de sus vecinos y conocidos como sé que a mi padre le habría gustado.

La magnitud del enfado _seguías contando_ la medimos todos los que le esperábamos en la iglesia, con papá de cuerpo presente, para oficiar la misa. ¡NO se presentó! El viejecito padre Ramón, que contaba con su ayuda nunca se explicó su ausencia. Mi hermana y yo no nos lo podíamos creer. ¡El disgusto fue mayúsculo!


Pasado el tiempo se arrepintió. Mi sombra sabe que le perdonaste. ¡Qué remedio! "Cada uno es como Dios lo hizo, y aún peor muchas veces" ya lo dijo Crervantes.



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